La Opinión Independiente

El Pensamiento de Dios sobre el Discipulado Bíblico

01.01.2010 01:06

Por Pastor Horacio Luisi

 

 

Aclaración: Aunque el siguiente escrito es de mi plena autoría, debo confesar que muchos de estos conceptos los he aprendido de las enseñanzas impartidas mayormente por el Pastor Jeff Adams (EE.UU.), y Pastor Osvaldo Amico (Perú), quienes me hicieron ver la importancia de volver a la simplicidad de las enseñanzas Antiguo Testamentarias para que nuestras iglesias vuelvan a la vida. (Juan 20:31)

 

 

Introducción

 

Una de las enseñanzas que nos han distinguido a los Bautistas de otras denominaciones, ha sido la prédica sobre la importancia de volver a la sencillez del culto y de las enseñanzas de la Biblia. Sin embargo, al pasar de los siglos, con la honesta resolución de mejorar y agilizar la obra misionera, hemos llegado a niveles tan altos de organización que, sin darnos cuenta, poco a poco, la vida de nuestras iglesias comenzaron a girar alrededor de dicha organización, la cual ha llegado, en algunos sectores, a niveles tan altos de profesionalidad, que la vida de Cristo en la iglesia se ha ido opacando. Con el correr del tiempo, nosotros, los Pastores, nos hemos dado cuenta de que algo no estaba bien, sin llegar a discernir completamente, en donde se encontraba el error. Simplemente veíamos cómo la religiosidad (muchas veces sin sentido) iba invadiendo poco a poco la vida de nuestros rebaños los cuales asistían a nuestras iglesias impulsados más por la inercia de una religión heredada, que por la Vida de un Cristo resucitado.

 

Con este estudio, sólo pretendo compartir lo que el Señor ya está haciendo en nuestra pequeña iglesia de la ciudad de Junín de Buenos Aires. De pronto, la Vida de Jesucristo está comenzando a fluir de una manera que jamás había experimentado. Nuestra iglesia está volviendo a la vida y, aunque recién estoy dando mis primeros pasos quiero escribir este estudio porque estoy convencido que lo que hoy vivimos, no se debe a que “una escoba nueva barre bien”, sino a que los principios que explicaré a continuación, son bíblicos.

 

No tengo la menor idea de lo que el Señor hará con nuestra iglesia en el futuro, pero una cosa es seguro, lo que hoy ocurre con nosotros, no es fruto de una mente brillante, ni se sostienen en mis habilidades para administrar o liderar. Cualquiera que venga a nuestra iglesia se va a dar cuenta que lo que está ocurriendo es el obrar de Dios entre su pueblo. Y lo que quiero compartirte, es lo que he aprendido hasta el momento.

 

 

El Pensamiento de Dios

 

 

Como habrás notado, no me gusta hablar de “filosofía” de ministerio, sino que me gusta más hablar del pensamiento de Dios sobre el ministerio. La palabra “filosofía” me choca un poco porque tiene más que ver con nuestros pensamientos que con los de Dios. Creo que la razón por la cual la Biblia y su mensaje ha trascendido todas las culturas y los siglos, es precisamente porque hay muchas cosas tocante al ministerio que no se detallan y que hacen posible la adaptación de las estructuras de la iglesia dentro del contexto cultural donde se encuentren. Sin embargo, esos “baches” no fueron dejados ahí para que cada iglesia o Pastor haga las pertinentes adaptaciones como bien le pareciere o según su propio criterio.  Guiados por el Espíritu Santo, nuestro Señor espera que cada “adaptación” o cambio lo hagamos teniendo en cuenta la “mente de Cristo” (1 Cor. 2:16)

 

Teniendo en cuenta esto último, es que vamos a analizar la Palabra de Dios para entender aquello que todos “entendemos”. Pues una cosa de la que me he dado cuenta en mi trato con otros Pastores, es que cuando hablamos de “La gran Comisión” no todos la entendemos de la misma manera, al igual que cuando hablamos de palabras tan comunes como “Evangelismo” o “Discipulado”.

 

 

MATEO 28:19-20 TAL COMO LO RECIBIMOS

 

 

“19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” [1]

 

Como notarás, “haced discípulo” es la frase que he señalado para enfatizar, que en la gran comisión sólo existe una orden y no varias. La orden es la de hacer discípulos. Algunas personas tienen la idea de que “id” representa una parte de la gran comisión. “enseñar” otra al igual que “bautizar”. Sin embargo, al analizar en todo su contexto estos dos versículos, nos damos cuenta que “id” no tiene sentido si vamos sin propósito, y que no se puede bautizar ni enseñar si no hay discípulos. Por lo tanto la idea principal de la gran comisión es “ir haciendo discípulos”

 

Nosotros, como teólogos, siempre tenemos la tendencia a tomar un pasaje de la Biblia y profundizarlo a tal punto que, a veces, exageramos un poquito. Yo mismo equivocadamente he llegado a enseñar que “id” nos habla de evangelismo, sin embargo, esto es sólo una parte (un poquito distorsionada por cierto) de lo que Cristo dijo. Cristo no hizo el énfasis en el evangelismo en estos versículos, él hizo el énfasis en “haced discípulos”. Lo que ocurre es que si no entendemos qué significado real tiene la palabra “discípulo”, podemos llegar a pensar que un discípulo es una persona evangelizada. Pero no es este el sentido con que aparece la palabra discípulo en mateo 28:19.

 

Un Discípulo

 

La palabra discípulo en este versículo no tiene una connotación teológica o religiosa. En realidad tiene una connotación totalmente secular.

  • Un discípulo en los tiempos de Cristo, era una persona que seguía a un maestro y aprendía de él con la idea de llegar a ser como él. (Mat. 8: 18; 10:24)
  • Ya en el Antiguo Testamento, vemos que a cada discípulo se le asignaba un maestro (1 Cró. 25:8)
  • La idea principal del discipulado era que el maestro debía llevar al discípulo a un perfeccionamiento tal, que él mismo pudiera llegar a ser como su maestro. (Luc. 6:40)

El discípulo debía estar sujeto al maestro obedeciéndole y siguiéndole, si es que quería seguir siendo discipulado, de lo contrario el maestro interrumpiría su entrenamiento.

Aunque la connotación secular de la palabra puede seguir ampliándose, lo que acabamos de decir basta para entender a qué se refería Cristo con “Haced discípulos”. No estaba haciendo referencia a que las personas debían seguir a Cristo (Aunque ése es el motivo final del discipulado bíblico), sino a que ellos debían tener seguidores tan fieles como ellos lo fueron a Cristo.

En otras palabras, el discípulo cristiano no sigue a Cristo (aunque esa es la meta final del discipulado) sino que sigue a su maestro cristiano y se sujeta a su autoridad, si es que va a aprender como un discípulo en todo el significado de la palabra. Si esto es así, ahora podemos entender con otra claridad, que las siguientes afirmaciones eran instrucciones a los discipuladores (maestros) dentro del contexto del discipulado:

  • “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Cor. 11:1)
    • El discípulo debe imitar al discipulador quien a su vez debe imitar a Cristo.
  • Y si llega Timoteo, mirad que esté con vosotros con tranquilidad, porque él hace la obra del Señor así como yo” (1 Cor 16:10)
    • Timoteo ya había pasado de ser un imitador de Pablo (discípulo) a ser un imitador de Cristo (Maestro) y es por eso que hacía las cosas como Pablo (ambos imitaban a Cristo)
  • Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (1 Jn. 4:20)
    • Si el discípulo no se sujeta al discipulador a quien ve, ¿Cómo se sujetará a Dios a quien no ve?
  • Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.” (Hbre 5:12)
    • Un reproche contra una congregación que se negaba a madurar, sin darse cuenta que todos debemos llegar a ser maduros en las cosas del Señor.

Entonces, cuando Cristo dijo a sus discípulos “id y haced discípulos” les estaba pidiendo que ellos repitieran con otras personas, el proceso de discipulado que ellos tuvieron con Cristo. Así como ellos siguieron a Cristo, ellos debían hacer que otros les siguieran a ellos hasta que esos discípulos pudieran llegar a la madurez espiritual requerida para ser un discipulador. (Efe. 4:11-13)

Hasta aquí podemos anotar dos características del discípulo:

·         Sigue a un maestro y aprende de él.

·         Se sujeta a ese maestro por convicción propia.

 

La Motivación Del Discípulo

 

La razón por la cual el discípulo se sujeta a su maestro y aprende de él, es que tiene una motivación correcta. El discípulo ve en la vida del maestro algo que anhela tener en su vida. Ese algo debe ser Cristo. Cristo deja de ser un icono religioso y pasa a ser vida, cuando esa vida se manifiesta en cada área y momento de nuestro andar diario. Si hay vida en nosotros, esa vida la trasladaremos al hogar, el colegio, el trabajo, etc. El testimonio del maestro en su andar diario, hace que el discípulo quiera ser como él. Quiera tener lo que el tiene y, por que no, una doble porción de su espíritu. (2 Re. 2:9)

En otras palabras, Cristo es el gran motivador en la vida del discípulo. Si el proceso del discipulado se hace correctamente, el discípulo llegará a reproducirse en la vida de otras personas de manera natural, porque lo que es bueno para él, lo será para sus hijos, su esposa, sus amigos, etc. Porque Cristo es vida y la vida de Dios se abre paso siempre. (Isa. 43: 19,20)

El Discípulo Desde El Punto De Vista De Un Árbol

 

Todos sabemos que el Señor compara la vida de los hombres con la vida de los árboles. En otras palabras, los árboles en la Biblia, muchas veces se presentan como un tipo de la vida del hombre o del creyente en Cristo, según sea el caso. Teniendo en cuenta esto, leamos los siguientes pasajes de la Biblia (Isaías 43: 19,20; Salmo 1: 1-3)

El creyente es comparado a un árbol. Notemos que el árbol con estas características ideales esta plantado junto a las aguas que corren. Lo cual es un claro tipo de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo (Jn. 7:38,39; Amós 8:11; Efe. 5:26) Este árbol da fruto en su tiempo, es decir, en el tiempo del árbol, porque cada árbol es distinto, cada árbol da semilla y fruto según su especie, lo que significa que cada discípulo no puede madurar al mismo tiempo que los demás y que no puede dar fruto al mismo tiempo que los demás. Este es un punto que muchas veces no entendemos. El trabajo del Señor se basa en construir sobre la vida de las personas. Cada persona es distinta, por lo tanto no se puede estandarizar el discipulado ni la vida de la iglesia. Es por esto que el discipulado debe ser impartido en forma individual. (Hch. 20:31; 1 Tes. 2:11,12)

Toda la creación de Dios no es más que “una lección objetiva” sobre las cosas espirituales que nos cuestan entender, si vemos como funciona la vida que Dios creó, entenderemos mejor de qué se trata el proceso del discipulado. (Ro. 1:20). El discípulo representa el fruto que da el árbol (discipulador) – (Jn. 15:16). Ahora analicemos el proceso que hace que un árbol se multiplique en otros árboles. Tomemos un manzano y veamos:

1.      El manzano hecha una flor.

2.      La flor muere y da paso a un “bultito”

3.      Este pequeño fruto crece hasta llegar a su máximo tamaño.

4.      Luego pasa del verde a una serie de gama de colores hasta que se estabiliza su color (generalmente rojo)

5.      Cuando el fruto está maduro, una ráfaga de viento lo desprende del árbol y cae al suelo.

6.      Ya en el suelo y separado del árbol, comienza un proceso de putrefacción que tiene un doble propósito: abonar y liberar la semilla que se encuentra en el interior del fruto.

7.      Ya en la tierra, la semilla debe morir (Jn. 12:24)

8.      Una vez muerta la semilla, ésta da paso a la planta, la cual todavía debe desarrollarse hasta lograr el fruto.

A través de esta comparación válida con el árbol (pues la Biblia la sugiere), notamos que el discipulado es un proceso por el cual debemos llevar al discípulo a convertirse en un árbol. Pero notemos algo interesante: ¿Qué debe pasar con el fruto para que se convierta en árbol? Su exterior debe pudrirse y su semilla debe morir. En otras palabras, el fruto debe desaparecer y morir para dar paso a la vida, y aún dicha muerte se efectúa a través de un proceso. El fruto no desaparece de un momento a otro sino que muere gradualmente hasta que dicha muerte abre paso a la vida. (Jn. 12:24-26) Es por eso que la muerte del discípulo debe ser por crucifixión (Ro. 6:6; Gál. 2:20; 5:24). La crucifixión era una muerte conciente, gradual y dolorosa. Es por esto que dicha crucifixión debe efectuarse juntamente con Cristo, pues él es quien nos ayuda a morir y a vencer en nuestras debilidades (Hbre 4: 15,16).

En conclusión, si miramos al discípulo desde el punto de vista de un árbol, nos damos cuenta de por lo menos cinco cosas:

  1. El discípulo se desarrolla mediante un proceso individual y único.
  2. La meta del discipulado en este caso, es que el fruto muera y se convierta en un buen árbol fructífero. (Mt. 7:18-20)
  3. La Muerte voluntaria del discípulo también es un proceso individual y único. (Rom. 8:10,11)
  4. El árbol debe ser “plantado” que es la expresión del salmo 1:3, lo que indica que no crece naturalmente ahí, es decir, junto a las corrientes de agua: La Palabra de Dios. (Jn. 15:3)
  5. El discipulado tiene un principio y un final, acaba cuando el árbol está en condiciones de dar fruto y multiplicarse por sí mismo.

En conclusión, cuando una persona me pide ser discipulada, en su primer clase le aclaro que con eso, él o ella me está pidiendo que le ayude a morir. Morir para convertirse en un buen árbol cuyo fruto permanezca. Cuando llegue a la madurez, el discipulado habrá concluido. ¿Cómo nos damos cuenta? Porque antes de terminar ya estará dando fruto, y al terminar, nos daremos cuenta por las actitudes del discípulo. Y así como simplemente plantamos un árbol junto a las corrientes de agua y lo protegimos sin saber cómo es que crecía, así un buen día nos daremos cuenta que dicho árbol ya no necesita de nosotros para seguir dando fruto. ¿Por qué? Porque ya maduró. (Mat. 4: 26-29; 1 Cor. 3: 6,7)

(Fin de la primer parte)



[1]Reina Valera Revisada (1960), (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.

 

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